DIRCOMS María Amelia Videla para Diario Perfil. Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Directora de Comunicación, Sustentabilidad y Asuntos Corporativos de ManpowerGroup Argentina.
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La autonomía económica de las mujeres ya estaba en peligro, en el mundo entero, antes del Covid-19 y, sin duda alguna, la pandemia extremó ese riesgo. Más allá del incremento de la tasa de pobreza femenina en Latinoamérica en un 37,4%, la pandemia dejará al 15,2% de las mujeres desempleadas en la región, seis puntos porcentuales más que en 2019. La CEPAL atribuye esta situación a lo que llama “nudos estructurales de la desigualdad”, especialmente los relacionados con la división sexual del trabajo. En este contexto que ha agudizado inequidades, las mujeres tenemos que alzar la voz para que nuestra mirada, experiencia y liderazgo, esté presente en la toma de decisiones para alcanzar una mayor pluralidad en la aproximación a los problemas y mejores propuestas de solución a la crisis. Puede decirse que estamos liderando la respuesta en el terreno, pero no la toma de decisión en este escenario. Estamos en primera línea expuestas, porque las mujeres son mayoría entre profesionales de la salud, en tareas de higiene y limpieza, en atención y cuidado de enfermos en instituciones y en el hogar a través del cuidado de niños, niñas y personas mayores. Pero no estamos al frente en los hospitales o tomando decisiones a nivel público o privado. Mientras que sí lideramos en materia de contribuciones críticas en la respuesta social, a nivel territorial. Si la sub-representación femenina en la toma de decisiones supone ya de por sí un déficit; la escasa valoración de la experiencia de mujeres líderes en materia de salud, economía y género es más preocupante. La ausencia en el manejo de esta crisis puede influir negativamente en la manera de tratar las necesidades específicas de las mujeres y los impactos diferenciados. Sin ir más lejos, pensemos en la agudización de la violencia de género, en este contexto.
La autonomía económica de las mujeres ya estaba en peligro, en el mundo entero, antes del Covid-19 y, sin duda alguna, la pandemia extremó ese riesgo.
Resulta crucial entonces incorporar la perspectiva de género en las respuestas. Esto implica analizar de qué forma una crisis como ésta afecta a las mujeres, cuáles son sus demandas y necesidades específicas y cuáles son las causas estructurales de las desigualdades de género; para de esta manera diseñar e implementar respuestas efectivas, inclusivas e integrales. Las mujeres que trabajan tienen una peor participación respecto a los varones en el mercado laboral, y tienen más intermitencias. Es más probable que al elegir entre mujer y varón, en el caso de despidos se elija retener al varón; porque en situación de suspensión de clases y con personas mayores a las que cuidar - desde el sesgo de género - él tendrá mayor disponibilidad. En tiempos de Covid19, tomar decisiones bajo viejas creencias nos hará retroceder años en materia de brecha de género. De cara al futuro, las empresas no deberían planear volver a los procesos y formas de trabajo que eran el status quo antes de la pandemia; sino que deberían aprovechar este momento como una oportunidad para revisar y modernizar los estándares laborales. Esta crisis además debe transformarse en una oportunidad para fortalecer las políticas de cuidado, desde un enfoque sistémico e integral. El problema no es si las mujeres pueden adaptarse a la cultura de una organización, sino si la organización puede adaptarse a las necesidades de las mujeres. Es hora de incluir un enfoque relacional y sumar en la tarea a los varones; no solo como aliados sino como participantes que estén dispuestos a no tolerar situaciones que reproducen la desigualdad.
La creación de requisitos más inclusivos en el lugar de trabajo no solo ayudará al empoderamiento económico de las mujeres, sino que también contribuirá a una recuperación posterior al Covid-19 más fecunda y productiva
La matriz de acción de WerkLabs muestra cuán diferentes son las experiencias de las mujeres en el lugar de trabajo en comparación con las de los hombres. Descubrió que las mujeres tienen un 46% más de probabilidades que los varones, de dejar a su empleador actual en el plazo de un año, en función de sus experiencias en medio de la pandemia. Hoy más que nunca se requiere aunar esfuerzos para que la perspectiva de género sea una mirada fundamental en cómo sobrevivir a la crisis y reinventarse. Lo que es bueno para las mujeres, es bueno para el crecimiento económico. La creación de requisitos más inclusivos en el lugar de trabajo no solo ayudará al empoderamiento económico de las mujeres, sino que también contribuirá a una recuperación posterior al Covid-19 más fecunda y productiva.
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