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#Comms. Libertad de prensa: que el perro ande sin amo

Por Juan Iramain. Milei, Trump, Maduro… Los enfrentamientos de algunos políticos con los periodistas críticos encienden las alarmas de quienes se preocupan por la libertad de prensa, factor clave de la calidad democrática en cualquier lugar del mundo. Aunque merecen atención, no todos los berrinches son lo mismo.


Libertad de prensa: que el perro ande sin amo
Libertad de prensa: que el perro ande sin amo. Por Juan Iramain

Free press. Hay un dato incómodo que con frecuencia es soslayado por periodistas, editores y dueños de medios de comunicación: con o sin fundamento, la gente confía poco en ellos. El Edelman Trust Barometer 2024, por ejemplo, muestra que, a nivel global, los periodistas tienen casi tanto descrédito como los políticos —menos de la mitad de la gente cree en ellos— y que los medios son una institución poco confiable, con un paupérrimo 48%, cercano al también pobre 50% de los gobiernos, a cierta distancia del 54% de las ONG y bastante lejos del mejor alumno de la clase: las empresas, que lideran con el 59%. Cosas veredes, Sancho.

 

A esa primera sorpresa le sigue una segunda. Cuando a la gente se le pregunta por qué tanta desconfianza hacia los medios y los gobiernos, la respuesta es contundente: porque dividen a la sociedad. En otras palabras: en sociedades polarizadas como las actuales, los medios con audiencias más fieles son los que generan una narrativa combativa, que confirma los odios y los amores de sus fans. Y algo parecido pasa con los gobiernos: cuando llegan al poder, los líderes políticos tienden a mantener una retórica de confrontación contra sus adversarios como una manera de conservar la simpatía de quienes los votaron. O sea, polarizar fideliza a la propia tropa, a la vez genera desconfianza y rechazo en el resto. Todo no se puede.

 

Conviene no ignorar ese contexto antes de considerar las amenazas contra la libertad de expresión, más o menos explícitas, que ensayan líderes políticos de izquierda y de derecha alrededor del mundo. El tema admite varias dimensiones de análisis:

 

  • Qué ideal de sociedad se busca. Homogénea o heterogénea, monolítica o diversa. La actitud frente a la libertad de prensa varía si es deseable que haya diversidad de opiniones sobre el tipo de país que queremos, si es más bien un peaje que hay que tolerar, o si se la juzga como un factor negativo, que genera daño. En el fondo, es la tensión entre la democracia liberal y alguna de las muchas formas en las que encarna el corporativismo, de izquierda o de derecha.

  • Qué están dispuestos a hacer los gobiernos. Una cosa es lo que íntimamente desea el gobernante, otra lo que expresa en los medios y las redes, y otra lo que efectivamente hace (o lo que lo dejan hacer). Puede ser un demócrata convencido. Puede declamar que ama la libertad pero a la vez intentar amordazar a la prensa. Y puede también ladrar contra el periodismo sin nunca llegar a morder. De mejor a peor, civismo ejemplar, amedrentamiento, restricciones efectivas.

  • Qué dice el marco regulatorio sobre el periodismo. En la Argentina, protección del secreto de las fuentes en el contexto de un proceso judicial y condiciones especiales de estabilidad laboral para proteger al periodista de la potencial arbitrariedad de su empleador. Privilegios de un sector pensados en su origen no para cuidar a los periodistas, sino a la sociedad, que los necesita libres.

  • Cómo se financia la prensa. The elephant in the room: pauta oficial —hasta hace poco omnipresente— y la publicidad privada sosteniendo económicamente a medios y a periodistas individuales. Y un problema hasta ahora insoluble: la gente espera que los medios informen y opinen sobre los mismos que pagan sus gastos. Doble mérito del periodismo independiente.

A pesar del abollado prestigio de los medios, a esta altura del siglo XXI, casi no hay ciudadano bienpensante que no defienda la libertad de prensa. Igual que no existe gobernante con sangre en las venas que se sienta cómodo con el periodismo crítico. A falta de una solución mejor, quizá la clave esté en que el perro guardián, aunque algo incómodo, ande libre, sin amo. Siempre listo para ladrar, cuando haga falta.


(Imagen elaborada con IA, gentileza de GM)


Por Juan Iramain

Partner & Director at INFOMEDIA

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