Un episodio reciente, que tiene a The Economist como protagonista, pone de nuevo el foco en el problema, todavía no resuelto, de cómo se financian los medios de comunicación.
Sponsors. Ahora se llama “cultura de la cancelación” pero antes tuvo otros nombres. “Espiral del silencio” se le llamó desde 1977, cuando la socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann acuñó la expresión. Y antes, la gente de a pie le decía miedo al aislamiento, o más comúnmente, terror a quedarse solo: cuando en la tribu —o después en la aldea— una parte de la elite empezaba a opinar mal sobre alguien, la mayoría se terminaba plegando, no fuera a suceder que pensar distinto trajera alguna penalidad. Nada nuevo bajo el sol.Ahora le tocó a Economist Impact, la unidad de negocios dedicada a eventos de la famosa The Economist. Tuvo que cancelar una conferencia mundial sobre el cáncer, con asistentes de primer nivel, porque primero los speakers más encumbrados y después sus admiradores más fieles anunciaron que se bajaban por haberse enterado de que Economist Impact recibía apoyo comercial, para otros eventos, de tres de las mayores tabacaleras del mundo. La consigna fue inequívoca: alejarse, como de la peste, de todo lo que haya estado de alguna manera en contacto con “los malos”.El caso de Economist Impact plantea el problema global del apoyo económico de los medios, que presenta algunos ángulos de análisis que merecen atención:
Cómo se sostienen los medios. Las democracias necesitan medios independientes, y la independencia o es económica o no es nada. Hoy su financiamiento está en crisis a nivel global: no alcanzan las suscripciones, no son suficientes los anunciantes. Si además se les exige que no acepten apoyo económico de ciertos sectores, el problema se agrava. Queremos calidad periodística pero todavía no sabemos cómo financiarla. Al menos por ahora.
Cómo se define quiénes son los indeseables. Hasta la crisis de 2008, los bancos eran prestigiosos. A partir de ese año, y por más de una década, se convirtieron en el peor de la clase. Hasta 2015, Facebook y otras redes sociales reinaban en el Olimpo. A partir del caso Cambridge Analytica, se hundieron en el desprestigio y hoy el mundo todavía mira con recelo a Meta. La opinión pública convierte en segundos a los héroes en villanos. ¿Quién decide cuáles son los buenos y cuáles los malos?
A qué se dedican los parias. Unos comercializan productos nocivos para la salud que la gente, libremente, decide consumir. Otros generan alguna forma de entretenimiento, más o menos adictiva, que muchos quieren. Otros modifican genéticamente semillas para hacerlas más resistentes y con mayores rindes. Otros producen gas o petróleo para alimentar máquinas. Otros extraen minerales para construir casi todo lo que necesitamos para vivir. Con unas pocas excepciones, es casi imposible prescindir de ellos.
The Economist, que a veces se hace eco de la cultura de la cancelación, ahora la sufre. Y abre una vez más el debate, siempre pendiente, sobre qué se espera de los medios y de las empresas y de los gobiernos para hacer una sociedad más libre y más justa. Gran tema para una conferencia organizada por Economist Impact. Suerte en la búsqueda de sponsors.
Por Juan Iramain
Partner y Director de INFOMEDIA
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