Por Juan Iramain . Un estudio de opinión pública entre los profesionales de PR pone de manifiesto que esta profesión apasionante está poniendo al borde del burnout a muchos, tanto en el mundo corporativo como en el de las consultoras. Quizá algo se pueda hacer para remediarlo.
Estrés. Muchos de los profesionales de las comunicaciones y los asuntos públicos se sienten agotados. Según una encuesta reciente de Muck Rack en los Estados Unidos, casi la mitad ha considerado dejar sus trabajos y dedicarse a cualquier otra cosa quizá menos interesante pero más relajada.
El claim “24x7”, tradicional marca registrada de quienes pasan sus días rosqueando con influencers, periodistas y políticos, entra en crisis: una cosa era estar al pie del cañón cuando las redacciones de los diarios cerraban a las 8 de la noche y otra muy distinta es interactuar con un sistema que nunca duerme. Sin distinciones de antigüedad, género o función, el 71% de los profesionales de PR que trabajan en empresas reportan niveles de estrés de 6 sobre 10. Entre los consultores, el panorama se agrava: el 75% dice tener un estrés de 8 sobre 10. Burnout en puerta. Una parte del problema es el exceso de tareas: casi todos —sin distinguir de qué lado del mostrador están— siguen trabajando fuera del horario laboral al menos una vez a la semana.
El 58% dice que trabaja habitualmente más de las clásicas 40 horas semanales y uno de cada diez manifiesta que supera las 50 horas: altas exigencias y, en algunos casos (todo hay que decirlo) personalidades obsesivas. Combo explosivo.Así las cosas, y asumiendo que en la Argentina el panorama podría parecerse al norteamericano, los equipos de PR de empresas y consultoras tienen a su alcance algunas herramientas que pueden ser de ayuda:Elon Musk se sube al ring. El dueño de X empezó por quitarle la insignia gris de “verificada” a la cuenta de Maduro: es el signo que suelen llevar las cuentas de los presidentes y las organizaciones gubernamentales o multilaterales. Una manera sutil de decirle que perdió la elección.
Poco después, fiel a su estilo, Musk prefirió pasar a la confrontación explícita con mensajes inequívocos sobre el líder chavista, que no tardó en responderle con pareja elocuencia. Ambos sacaron su tajada: los seguidores del empresario celebraron su franqueza, y las huestes bolivarianas aplaudieron a quien todavía consideran su presidente. Pelea por una red social.
Preguntar. Las encuestas de clima interno, casi siempre bianuales, no alcanzan para tomarles el pulso a los problemas. Conversaciones en profundidad, con mayor frecuencia, deberían servir para enunciar con claridad puntos de dolor, temores y expectativas. La información está ahí: sólo hay que saberla extraer.
Propósito. Nada motiva tanto como cambiar el mundo. Un proyecto, una presentación, una campaña: lo que sea que esté demandando esfuerzo, por insignificante que parezca, solo vale la pena si al final contribuye al propósito de la organización. Y si está alineado a la meta personal de sus miembros. Si no cumple esos requisitos, quizá es tiempo de repensarlo todo.
Liderar. Se lleva con distinto espíritu alguna vez quedarse hasta tarde si los jefes también lo hacen. Si llegan primeros y se van últimos. Es distinta la huella emocional —y, finalmente, física— del esfuerzo compartido que de tirar del carro en solitario: el primer caso cohesiona; el segundo disgrega.
Reconocer. El esfuerzo no reconocido, a la larga, genera resentimiento. Gestos, palabras, comunicaciones por escrito o discursos en eventos: son múltiples las maneras de reconocer.
La experiencia muestra que, si no se sistematizan, pueden quedar en el olvido. Mejor que sobre y no que falte, sobre todo entre comunicadores, para evitar que en casa del herrero los cuchillos sean de palo.
Celebrar. El reconocimiento al individuo o al equipo que hizo un esfuerzo extraordinario se vuelve celebración cuando se comparte al resto con tono festivo. Los rituales contribuyen de manera determinante a la identidad de las organizaciones. Fiestas, brindis, salidas, premios.
Administrar estratégicamente esos insumos equivale a alimentar la mística.
Además, lo obvio: siempre que se pueda, buenos salarios, recursos humanos y económicos suficientes, herramientas adecuadas, tiempo y espacio para el descanso y la recreación. Y un recordatorio de lo más básico: los empleados hablan. Para bien o para mal, son quienes construyen una marca empleadora.
Por Juan Iramain
Partner & Director at INFOMEDIA
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